viernes, 19 de abril de 2013

11 años no es nada… Han pasado eso, 11 años de aquel llamamiento: por la Refundación del Partido del Proletariado. Refundación Comunista nace entonces hermanado con los Camaradas de Refundación Comunista Argentina. En un cuadro histórico muy particular a nivel regional, el rasgo saliente de la época era sin dudas el avance neoliberal, orientado por un arco político regional que venia influenciado por los Lacalle, Menen, Collor de Melo, Fujimori, Bucaram, Losada, Rodríguez, Frei, Calderas, etc. En nuestro país permanecíamos con los coletazos de las crisis de los tigres asiáticos, tequila, zamba y por cierto la crisis Argentinas de sucesivas caídas de gobiernos, cinco en menos de 10 días. El dólar rompía amarras con las franjas de flotaciones, el salario continuaba en caída libre, la desocupación rompía las marcas, pobreza y marginación en aumento. La fuerza política Frente Amplio miraba el 2004 como tabla de salvación, cuidaba la institucionalidad, hay que salir de la crisis en “…partitura política…” decía el Mesías Tabare. 11 años después rescatamos aquel llamamiento, en horas muy difíciles para el país, la clase obrera y el pueblo. Hoy en una construcción inequívoca de izquierda la “UNIDAD POPULAR”, que responde y representa un proyecto de clase. A continuación el llamamiento: ¿Quiénes somos? En primer lugar y ante todo, somos comunistas, incorruptiblemente comunistas. Somos integrantes del partido que nace con el manifiesto comunista. Somos integrantes del partido que dirigió la gloriosa Revolución de Octubre con Lenin a la cabeza. Somos por tanto integrantes del partido de Lenin, pero también de Ho Chi Min, de Fidel y el Che. Somos marxistas-leninistas consecuentes, y por lo mismo somos profundamente internacionalistas. Marchamos pues hacia el socialismo y hacia la sociedad sin explotados ni explotadores, lo cual no consideramos una utopía inalcanzable, sino por el contrario, la concebimos como la obra consiente del proletariado, construida por hombres de carne hueso en lucha concreta decidida, alumbrados por nuestra teoría científica, que no es un dogma sino una guía para la acción. Somos pues comunistas que pretendemos restaurar los principios básicos de nuestra teoría, aplicados a la revolución uruguaya. Y decidimos restaurar, puesto que estos principios han querido ser borrados de la faz de la tierra por el desenfrenado afán del imperialismo en sus planes de domino mundial por un lado y el vergonzante intento de sectores de dirigentes de la izquierda de tratar de imponer la “novedosa” teoría de la conciliación de clases nada menos que con el latifundio y el capital financiero. La caída del llamado socialismo real en la Unión Soviética y los países del Este europeo alentaron estas dos corrientes. Los marxistas-leninistas deberemos dar respuestas a este fenómeno, en medio de las lucha y desde el punto de vista del proletariado y su método y no desde el punto de vista de la clase dominante. El imperialismo es la fase superior del capitalismo. Uruguay es un país capitalista dependiente, sistema que en su nacimiento y desarrollo ha sido deformado por la existencia del latifundio parásito y la ingerencia cada vez más pronunciada del imperialismo a través de algunos sectores de la gran industria, del gran comercio de intermediación interna y externa y a través del capital financiero, verdadera bomba de succión de toda la riqueza nacional. Con el capitalismo surge y se desarrolla en nuestra patria el proletariado moderno, al cual desde sus mismos orígenes como clase ha tendido hacia su organización política independiente de todas las demás clases y capas de la sociedad. En su larga marcha hacia sus objetos históricos ha pasado por innumerables combates, avances y retrocesos, signados por su aprendizaje y el de sus jefes, por sus aciertos y errores encarnados en los aciertos y errores de sus dirigentes. A partir de la profundización del desarrollo capitalista dependiente con sus consecuencias de concentración de riquezas cada vez más en manos del capital financiero, de algunas industrias agroexportadoras, del gran comercio y del latifundio parasitario, el proletariado ha cambiado su conformación, concentrándose en los servicios públicos y privados, en la banca, etc., mientras grandes sectores han sido acorralados en el informalismo, en la desocupación y en la cantegrilización. El que fue otrora el partido del proletariado –el PCU-, a partir del enquistamiento en su seno de una corriente organizada y consiente, portadora de las “novedosas” teorías revisionistas en lo ideólogo, reformistas en lo político y liquidadoras en lo organizativo, a perdido el rumbo. Hoy en el seno de las direcciones de los partidos de izquierda la obsesión es ganar las elecciones en el 2004, lo que en si mismo no es malo. Lo malo es que en aras de ese objetivo -que en el conjunto del pueblo compartimos- se abandona el programa revolucionario que dio origen al Frente Amplio. Un programa que era y es – más allá de la necesaria profundización y ajuste en virtud de algunos fenómenos nuevos producidos en los últimos 30 años – un verdadero camino para superar el sistema capitalista dependiente en nuestro país, con una clara visión antiimperialista, popular y democrática. Un programa que apuntaba hacia el no pago de la deuda externa, la reforma agraria, la nacionalización de la banca, del comercia exterior, de la gran industria y al que debe agregarse la estatización del gran comercio .Se abandona este programa, y se intenta introducir otro en la cabeza del pueblo. Un programa que para ser aplicado, es necesario domesticar los reclamos más sentidos de los trabajadores, se debe liquidar los comités de base y mediatizar los requerimientos populares a través de los partidos con representación parlamentaria, que a su vez no logran nada. La dirección actual del PCU, presa de la más absoluta orfandad teórica, navega sin ideas tras las corrientes reformistas y conciliadoras, y solo atina a atornillarse a los cargos y sancionar en forma autoritaria y burocrática a todo aquel que intente levantar el nivel político e ideológico de la discusión y la práctica del partido. Nuestro país y nuestro pueblo viven hoy horas amargas. El imperialismo que le ha declarado la guerra al mundo, en su afán hegemónico y prepotente, se expresa hoy y aquí a través de los “gerentes” nacionales en la profundización de un modelo económico político y social que es concentrador y excluyente y que pone en riesgo cierto la existencia misma del pueblo uruguayo. La desocupación campea, la marginación y su secuela de hambre, promiscuidad y el delito es un proceso en picada, los salarios bajan, el pequeño comercio quiebra, la salud pública es una vergüenza, mientras sus dirigentes hacen acomodos a diestra y siniestra, el sistema mutual agoniza, entre funcionarios que cobran tarde y mal, servicios cada vez más caros y pobres, al tiempo que algunos profesionales lucran en forma privada y se borran afiliados por miles, la mayoría de los jubilados vegeta entre el hambre y la enfermedades, mientras unos pocos cobran jubilaciones de privilegio, la granja fundida o a punto de fundirse, la producción agrícola y ganadera aprisionada por la banca, los frigoríficos, los molinos y el latifundio parásito, no es rentable, y los jóvenes que pueden emigran en masa. En este marco es necesario refundar el partido del proletariado, agrupando a los revolucionarios consecuentes, levantar más alto que nunca el programa de la revolución agraria y antiimperialista y definir un camino claro de unidad en la lucha, por una transformación radical de las relaciones de poder en el estado. Solo la conquista del poder político por el proletariado y su partido en alianza con las clases y sectores de clase objetivamente enfrentados al latifundio y al gran capital, pueda asegurar el desarrollo de la producción y comenzar a resolver los problemas del trabajo, de la vivienda, la salud, de la vida misma del pueblo uruguayo.” Declaración de: Montevideo, marzo de 2002.

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