domingo, 24 de marzo de 2013

Lo que el viento se llevo!! EN MARZO del 2002, en medio de la más penosa crisis económica de que tengamos memoria, hacíamos aparecer nuestra voz por primera vez, en forma pública. Adoptamos allí nuestro nombre, con la plena convicción de lo que hacíamos al adoptarlo: queríamos apuntar nuestro trabajo, nuestra voluntad y capacidad hacia la refundación del partido de la clase obrera, marxista-leninista, capaz de guiar a la clase hacia su objetivo histórico, la construcción del socialismo y la sociedad sin explotados ni explotadores. Veníamos de experiencias complejas, de participación en la más estrepitosa crisis del movimiento comunista internacional y sus reflejos en nuestro movimiento revolucionario, la fragmentación del PCU y la creación de corrientes de opinión confusas y contradictorias. En medio de este proceso y aprovechando la ocasión, viejas tendencias social-demócratas y populistas lograron hacerse dominantes en el Frente Amplio y consolidar una concepción que se expresa hoy, con toda claridad en el gobierno nacional. En el 2002 lo advertíamos y tratábamos de alertar a todos los compañeros desde nuestra modestísima ubicación: “…se pretende dejar de lado el programa histórico y sustituirlo por otro que concilie con el capital financiero multinacional, gerenciando el capitalismo para limar las aristas más agudas de las contradicciones del sistema”. Decíamos que mientras esto sucedía, la dirección del PCU navegaba sin ideas tras estos “nuevos” proyectos transformándose en los hechos en el ala izquierda de este enorme operativo liquidacionista del movimiento popular, verdadero muro de contención del descontento de los trabajadores y el pueblo. En pleno gobierno de Vázquez, nos apartamos del FA y tratamos de aportar nuestro esfuerzo hacia la construcción de un nuevo proyecto, que retomara un camino de unidad y lucha por un programa popular y democrático, que fuera capaz de mostrar una salida real al atolladero al que nos llevaba el “progresismo”. En medio de este proceso estamos desbrozando el camino, cultivando la unidad con quienes día a día y paso a paso construyen esta alternativa, desechando grandilocuentes autoproclamaciones y firmemente convencidos de la utilidad de este proceso y su objetivo. Entre tanto, leemos con tristeza las conclusiones a las que llega la dirección del MPP publicadas en La Diaria del 18 de marzo próximo pasado. Allí dicen que se ha encarado la lucha de clases desde una perspectiva “distributivista, abandonando cualquier perspectiva en un futuro previsible, de socialización de los medios de producción”. De hecho, se sostiene que es “paradójico” que “en la ruta de mejorar el nivel de los asalariados se logró aceitar las contradicciones del sistema, alejándolo, en principio de sus crisis más profundas. Pero sin duda, hemos atornillado el mecanismo mercantil de las decisiones”. “HEMOS FORTALECIDO LO QUE QUEREMOS CAMBIAR”, se resume. Decimos con tristeza, porque es lo que nos produce esta confesión descarnada de lo que ha sido la aplicación de una orientación social-demócrata, pegada de hecho al capital trasnacional y que consciente o inconscientemente ha rebajado el programa del movimiento popular haciéndolo funcional al desarrollo del capitalismo, desplazando cualquier opción real de cambio social, confundiendo a la clase obrera y dejándola huérfana de conducción en su lucha por los objetivos históricos. Y decimos que esta confesión pública no los exime de responsabilidad histórica ya que más allá de crisis y confusiones ideológicas producto de la caída del campo socialista y de la ofensiva imperialista de las últimas dos décadas, toda la práctica histórica de los movimientos de la clase obrera internacional desde la creación del movimiento obrero, demuestran que el camino del reformismo es el de la conciliación de clases y que el mismo lleva a la derrota del movimiento y a la perdurabilidad del capitalismo y sus lacras. Y si esto es así, en general, mucho más lo es en un país pequeño de América Latina, como el nuestro. Afortunadamente, la experiencia acumulada en la conciencia de un núcleo importante de luchadores que no han cedido, que no han permitido que el viento se llevara las convicciones, harán posible recomponer el programa, llevarlo como bandera a la lucha y construir ese mañana con el que soñamos aún. ¡A trabajar compañeros por la unidad de los revolucionarios y por la construcción de las herramientas para la conquista de la sociedad de los panes y las rosas!

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